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LA FRUTA PROHIBIDA

He oído a varias personas afirmar erróneamente que el pecado de Adam consistió en allegarse a su mujer para el acto de la reproducción. Basados en esa confusión, mentes diabólicas han inventado cuentos, y hasta poesías de mal gusto, en las cuales se entretienen y deleitan los que tienen una mente diabólica también.
No pretendo, al escribir esto, detener esa corriente de ideas burlonas, sino sólo cumplir con mi deber de exponer la verdad conforme a la Palabra de Dios, pues aunque este artículo no llegue a ser leído por la chusma, sí puede servir de ayuda a quienes tengan que relacionarse con ella y quieran contrarrestar sus conceptos malsanos.
Dios puso entre los árboles del huerto de Edén un árbol llamado «de ciencia, del bien y del mal», y para probar la fidelidad del hombre, prohibió a Adam y a Eva que comieran de su fruto. Aquella pareja comió la fruta prohibida inducida por Satanás, y al desobedecer cometieron un grave pecado que les causó la caída espiritual, pero no era de índole sexual ese pecado. Cuando Adam y Eva se unieron para multiplicar la especie, no lo hicieron contra la voluntad de Dios, sino por mandato de El, que les había dicho:

«Fructificad y multiplicad, y henchid la tierra...» Gén.1:28.

La Palabra de Dios no condena el matrimonio, sino que lo considera honroso. Lo que sí resulta en extremo abominable ante Dios, y ante cualquier persona que tenga claro el sentido de lo moral, es el homosexualismo, la prostitución, el concubinato y cualquier otra forma de «amor libre» que tanto asemeja nuestra generación a la antediluviana.

«Honroso es en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; mas a los fornicarios y a los adúlteros juzgará Dios.» Heb.13:4.

Smay. B. Luis, Camagüey, Cuba, Noviembre de 1968